lunes, 14 de enero de 2013

Collage


“…Estaba recostada desnuda, boca abajo, fumando un pucho. Le hablaba de lo maravilloso que es el mundo y de la manera en que me relaciono con los hombres, nunca dejo de hablar.
El estaba recostado contra el respaldo de la cama, al lado mío, desnudo también, con una copa de vino en la mano. Me miraba a los ojos y me escuchaba atentamente . Observe que su mirada se desvíaba hacia la parte baja de mi cuerpo
 -¿Que miras?-  le pregunte sugerente.
 -El culo.- me dijo, lascivo.
Lo mire y sonrei…”

Que tan entupida puede ser necesidad de sentimiento, que la simple atención hacia una parte de nuestro cuerpo puede llevar a idealizar a esa persona como sincera, absoluta y normal.
Normal es absoluto. Asumir la responsabilidad también. Ya hubo un tiempo de ser irresponsables y unos cuantos no lo han aprovechado bien.
El problema, pienso, reside en el sexo racional y la soledad autoimpuesta.
No saber si luchar contra ello o aceptarlo sabiamente  y volverme de una vez por todas una fuckin persona solitaria.
La falta de sexo nos llena de ansiedad y si tenemos una mala racha en la que no pescamos nada, nos mandamos cagadas. Nos remitimos a lo más reciente, la última victima o peor aun al más frecuente. Ya por supuesto con las cosas claras, para recordar un poquito. Y uno termina haciendo desastre, como dejarle un mensaje a la tarde y luego por la noche aparecerse por su bar de siempre, para encontrarse con la sorpresa de que esta muy entretenido con alguien mas.
Pero no hay nada mas turbio que la verdadera decepción.

“…Era ya muy de día… Luisa lo vio irse, desde el taxi. Caminaba, despacio con la cabeza apuntando al piso. Las última palabras de Augusto fueron

-          ¿De verdad te vas?
-          Si, me voy…”

Aun creo en el amor quizás por eso me gusten tanto los puntos suspensivos.
Amor utópico y moderno. Estable y espontáneo. Feliz.
Ese mambo que te hace querer cambiar, cuando pensaste que nunca podrías hacerlo. Corriendo el riesgo de cegarnos, de no querer ver más allá de nuestro corazón y de intentarlo demasiado. Es de evolucionados saber cuanto dar y no pretender cosas imposibles para evitar el inminente fracaso, pero muchas veces uno simplemente da.

“…El Dr. Luque  llega al Hospital General de Villa Soledad, ubicado en la calle Sabiduría, como todos los días. Estaciona el auto en el espacio reservado exclusivamente para el. Muy lentamente se dirige hacia el servicio de nefrología al cual dedico toda su vida, ya desde estudiante. 
Treinta años de experiencia como medico y otros tantos de formación le han dado las mas admirables cualidades y el respeto de la gente. Jamás se había equivocado en un diagnostico, ni siquiera siendo residente. Lleva a cuesta una trayectoria de puro éxito y cero errores.
El galeno mira directo al sol de la mañana e intuye que alguien no sobreviviría por mucho tiempo mas, debía tomar medidas drásticas  
Ingresa al servicio y saluda a su fiel secretaria. Y por primera vez después de años de no poder hacerlo; mira a directo a sus ojos y pregunta.

- ¿Aun crees que merezco morir solo como un perro?..."



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